E X Q U I O C
UNO DA TODO PARA NO TENER NADA. SIEMPRE PARA COMENZAR DE NUEVO. ES EL COSTO DE LA VIDA MARAVILLOSA.[CÉSAR MORO]
EL PADRE REBAZA, UNA VIDA AL SERVICIO DE LOS DEMÁS
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— Jack Farfán Cedrón (@gofriucho) marzo 30, 2015

miércoles, 30 de octubre de 2019
miércoles, 16 de octubre de 2019
CUENTOS Y RELATOS DEL PUEBLO DE JESÚS, de Juan Manuel Cedrón Plasencia
Cuentos y relatos del pueblo de Jesús
Black Line Studios SAC
(Agradecimiento Especial a:
Pocho Manzanedo Editor)
Lima- Perú, 100 págs.
LIBRO PUBLICADO GRACIAS AL GENTIL AUSPICIO DE LA MUNICIPALIDAD DISTRITAL DE JESÚS
ALCALDE:
MARCO ANTONIO RUIZ ORTIZ
lunes, 30 de septiembre de 2019
Sueño etéreo, acerca de "Personajes de hoy", de Luis Enrique Guerrero Castillo
Sueño etéreo
Luis Enrique
Guerrero Castillo
Personajes de hoy
Empresarios
cajamarquinos de éxito
KN
Editores
Cajamarca-Perú
183
págs.
Luis Enrique Guerrero
ha tejido un conjunto de 24 biografías y siete textos cortos que versan sobre
gente emprendedora; personas que han surgido desde abajo, que han saboreado los
dislates que nos cobra el destino para poder llegar a buen puerto. Todos,
hombres y mujeres, de honda calidad humana; tienen en común la resiliencia, la
tenacidad y la humildad con que se han portado en este valle de padecimientos. Seres
humanos que han vivido dentro de la carencia, desde pequeños, y que a base de caídas y resurgimientos se ha moldeado su personalidad ganadora, emprendedora, impetuosa. Y aquí los
tenemos, estos son nuestros personajes de
hoy.
La técnica con la que narra Luis Enrique
es muy versátil y ágil. Sorprende que para ser un primer libro, a caballo entre
el relato periodístico y la crónica vital, enluzca sin parangón, la muy nutrida
literatura cajacha, hasta dar brillo, con este manojo de destinos, que, cómo
no, han llegado al éxito en sus vidas.
El autor es un consumado dibujante,
promotor cultural, comunicador, músico, trovador
nuestro. Las horas que dedica al arte son su sustento. Su sueño es el
mundo. Posee la capacidad del millón de amigos; ello le ha valido algunas
puestas en escena que ha protagonizado: La
cantata..., Los Niños terribles, Esperando a Godot, Arte, entre otras, montadas por Cierto Consenso y Kcreatinn Organización. Se inició como actor en el Colectivo Cierto
Consenso, liderado por el dramaturgo Mauro Rojas Medina. Posee un poemario
inédito y un nutrido legajo de ilustraciones, además de producciones musicales, que lo encumbran hasta el
polifacético artista, que, en un mundo aciago, ¡vive del arte! Loable virtud, en
un país donde se pone el dedo y salta la pus, como otrora lo acuñara Manuel González
Prada, en sus Pájinas Libres. Loable y digno de imitar, labrador de incertidumbres sobre el mar de lo
perdido. Tu sueño etéreo ha dado un
paso gigantesco para distender el mar de
fondo. Hoy es un buen día para nacer.
Jack Farfán Cedrón
miércoles, 12 de diciembre de 2018
El frío de la muerte
Signos del pantano
Doan Ortiz
Zamora
Gobierno Regional
de Cajamarca
70 págs.
Por: Jack Farfán
Cedrón
I.-La
clarividencia del signo
Cantar, cantar,
cantar hasta ver blancos los árboles. Esta noche sagrada. El grueso de las
explicaciones indica que debemos continuar. La encrucijada es sinuosa,
polvorienta. Las flechas conducen a la duda. La existencia es el designio del
tormento. La faz de la tierra es el tormento elegido. No puedes dar vuelta atrás.
Estás atrapado en la bella encrucijada; húmeda, distante, obedece a crujidos tempestuosos
que galopan dentro de las venas invisibles, colándose por el hoyo de lo
inexplicable. Acaso un eco de lo que te escuchas, a ti mismo. Acaso una sorda
inexistencia de lo todavía no acaecido. ¿Alguien habló sobre el frío de la
muerte?, reza el alma vendida a esta helada estación de vivientes, Jaco. El
viejo blues del salón en el ángulo oscuro. Robert Johnson invita a soñar una
voz exitosa hecha humo, azulino, eléctrico, desleído en el habitáculo. Moridero
de peces purgando como una ensoñación aguachenta, de tu boca. De pronto, el
ritual melodioso de una voz, la sombra aherrumbrada, medieval: una lanza
clavándose en el estómago. Cunde la noticia: “Hallan lívido a Brazos de Marfil:
aparente suicidio. Seguiremos informando”. Se abre el telón, las hojarasca se
despeja, dando paso a un viento inclemente únicamente reconocido por los
muertos a esta hora de la no-hora, del no-paso del tiempo nocturno y desvelado
por un viento a jirones. Atmósfera rarificada intensifica la palidez mortuoria
del recinto.
“Me
dijo que el frío lo sentían los que se quedaban; los que fracasaban con la
muerte; los que creaban ese idilio infinito con la agonía y el hartazgo. Por
eso yo nunca lo sentí”[1].
Las sombras te atormentan, las sombras
te apresan, no te dejan salir de ese abismo confuso de luces opacas. Una gran
carrera por delante, como vestigio de la fatalidad recorriendo el abismo en que
estoy. Es como la caída inexplicablemente estrepitosa de un Gibreel Farishta y
un Saladin Chamcha, y a la vez, el ascenso de la Bella Remedios libre ya de
sábana blanca, hacia el cielo de lo clarividente. Largue usted, tranquilamente, el saco de
piedras sobre la charca podrida, la fritura de gusanos blancos a falta de
tortas, la caída de culo, el pescozón por ser tan tonto, qué sé yo. Pero tu
conversación es asaz pesimista. No tienes a nadie más que estas voces latas. ¿Los
miedos están ahí? Sí, son reales. No puedes correr. Atrapado en tus sueños,
mientras lo haces, alguien ajeno a ti y tan familiar a tu siamés inmediato te
hala de la cuerda. ¡Tiren, tiren, tiren! Entrambos, las
guerras interiores se dilucidan, se sacan los trapitos nauseabundos al sol, los
secretos mejor ventilados a jeta parkinsoniana. El estómago se te dilata,
atraca en lo hondo de un pozo del que sabes se entra fácilmente ebrio y nunca
se sale. Un helado estupor hace de tu arraigo, mientras caes, un imperceptible tormento
disparando polen marrón desde una corola amarilla de retama. ¿Acaso el
despertar? Podría ser la fría, nebulosa muerte.
Contemplarás, sí, “los templos del
abismo”. Una paráfrasis del signo, una cara verborrea musicante; el infierno
fundido; aquel vestigio con olor a ostra en medio de una borrachera, mujer:
“Contemplando los templos del abismo”[2].
Cerca de las ciudades. El rugido
espantoso del mar, cuando te aproximas a él, te energiza la serpiente de la
perfección muy a la usanza de tu gusanillo interior. Es como si navegaras en
círculos, es como si te atraparas una y otra vez, incontables veces, la cola. Todo
es cíclico y repetitivo. Cerca, la ventana horizontal. Musitas, desvelado, la
clarividencia del signo. Esa cueva. Cómo es que las almas pintadas de negro
ovacionan y conspiran para que tú te entretengas y el hombre de color avance
con el faro celeste en mano, mientras la mujer perseguida lo hace, vuelta hacia
el malecón, Jaco.
“Todo
es tan extraño, tan indeseable, como si estuviera atrapado en una pesadilla. Ahora
no duermo, no tengo cansancio; pero siento el peso que tienen mis ojos. Aunque
no sé si continúan allí. Puedo sentir mis cuencas como dos túneles, donde el
viento pasa como único elemento vivo en este lugar. Claro, si es que podría
decir que hasta el viento existe aquí. Hasta extraño a la serpiente y sus
signos. Lo que no puedo soportar es la maldita fragancia del recuerdo y del
ruido”[3].
II.-Aquel valle de las horas
Para el poeta Paul Mendoza Malaver, Signos del pantano.
“Pertenece al teatro onírico
existencialista. El argumento central es la búsqueda de Jaco, un músico de
blues que decide dejar una banda para continuar su carrera como solista,
inspirado por una enigmática melodía de Robert Johnson y una fragancia, mezcla
del sudor de todos los cuerpos de las mujeres que amó, y de todos los sonidos
que fluían de su guitarra. Jaco es un ente metafísico que desde el más allá
lucha consigo mismo para reconstruir su memoria. Dejando en la nebulosa la
identidad de su asesino, recobrará el sentido de su muerte en los signos, ahora
inmóviles, hundiéndose como él, en el pantano del no ser”[4].
Signos
del pantano
es la mirada furtiva en tres actos, de aquellas alegorías alerta en que se
cuece un suicidio. Brazos de Marfil, el muchacho “de la risa esquelética”
aparece, lívido cuerpo, sin vida, en su habitación en ruinas. La tarea
esgrimida por el dramaturgo será develar la misteriosa desaparición de un
individuo enigmático, cuyos vestigios traslapan un híbrido entre novela negra y
poemario cinemático. Ser cansado de vivir, entre nebulosas oníricas rociadas por el hada verde
de la absenta; fondo musical, un blues desgarbado, tal roñoso maullido
purpurino amaneciendo en este Valle de las Horas como espinas.
Las escenas que
entretejen el telón de esta poética de la depresión, están subvertidas por el
invento de horas eternas, cifra precaria, ladrido, fotografía literaria con que
acaso estuvo descripta la agonía del acto. La actual escena teatral basa su
búsqueda en la existencia como espacio reflexivo, donde las personas se han
convertido en ánimas, en medio del marasmo consumista, el gran escándalo de la
televisión basura y las redes sociales, que nos van convirtiendo en sombras
batallantes exhibidas en una vitrina antropofágica. Animales en conserva
petrificada, de cara al desmoronamiento gradual de la personalidad y una
actitud ególatra, amén del escaso cuidado del hábitat en que nadamos, en plena
asfixia XXI.
La nebulosa umbría de Signos del pantano atraviesa terrenos
poéticos, sucesivas estaciones que en fondo surrealista y a la vez urbano,
entretejen un plúmbeo telón de fondo. Jaco y las sombras, el desdén
parsimonioso de la poética de César Moro y la desgarradora atmósfera de poeta
suicida, son algunos de los elementos que, como certeros recursos literarios,
amalgaman Signos del pantano, del
escritor Doan Ortiz Zamora. Personajes deslizándose en una autopista
de marasmo existencial de sádico lirismo. En tanto, el sonido ensordecedor de
las primeras horas del amanecer rechina un ronco solo de saxo al oído, viciado
de resaca vital como creativa: procelosa manera de encarnar el pensamiento del
actual hombre contemporáneo, racimo de miedos interiores y fantasmas del pasado
que lo aquejan y lo envejecen, en medio de precarios signos, pantanos y
florestas en la niebla.
[1] Doan Ortiz Zamora. Signos del pantano. Gobierno Regional de Cajamarca. 70 págs. p. 18.
[2] Op. cit. Signos del pantano., pág. 24.
[3] Ibídem, pág. 31.[
4] Ibídem Signos en el pantano, contra carátula.
sábado, 11 de agosto de 2018
ARMAS DE FOGUEO, de Chrystian Zegarra
Armas de fogueo
Chrystian Zegarra
Hipocampo
Editores
(Lima,
2018)
En
sus inicios poéticos, Chrystian Zegarra (Trujillo, 1971) publica dos volúmenes
colectivos: Inmanencia, en
1998 y Regreso a Ourobórea, en (1999). Ernesto lumbreras
manifiesta que en El otro desierto
(2004) “el paisaje anímico se revela
en el cruce del sacrificio y de la resurrección bajo una óptica naturalista
reinterpretada en momentos por Francis Bacon (...) pero en Cinema de la crueldad (2009) se hace un selecto, seductor e
inquietante recuento, y también un paseo y una relectura por una filmografía
(...) donde la poética del dolor se resuelve como conciencia del cuerpo y de
sus límites”. En Cinema, “como con un
golpe de mar sobre el rostro” (se recuerda aquí el verso de “Datzibao”, del
recién fenecido, gran poeta y erudito Enrique
Verástegui), Zegarra restriega en la cara una realidad nítida, amenazadora,
sutil; ora avezada, ora de una acritud impredecible, cuando no azas irónica,
mordaz. Ésta realidad es una caza de escenas de lo cotidiano. Varios epígrafes
revelan su filiación al malditismo: Antonin Artaud; o, por momentos, hermético:
Martín Adán. Cinema es también juego surrealista: Xavier Abril. Chrystian
Zegarra, ganador de la XII Bienal de Poesía Premio Copé de Oro, con Escena primordial y otros poemas (2007);
también profesor asociado en Colgate University, publica después de diez años, Armas de fogueo (Hipocampo Editores,
2018). El poeta dispara en el epígrafe que da inicio al libro (pág. 9), a golpe
de tambor detonante, un verso de Philippe Soupault (París, 1897-1990):
“El disparo de un revólver sería una
melodía tan suave”.
Soupault,
compañero de filas surrealistas del poeta peruano César Moro (Lima, 1903-1956),
ambos apadrinados por André Breton bajo la consigna de “la palabra designando
el objeto propuesto por su contrario” inician el rito de “Entrada” en el libro que nos ocupa. Poema surrealista de un solo
verso que rememora “Visión de pianos apolillados cayendo en ruinas”, del citado
Moro; un texto que deja al lector de a pie sin aliento, por lo caótico, solar,
de sus imágenes, en un cósmica mixtura esplendente, que erupciona, efervesce,
con quien César Moro da inicio a su famosa obra maestra: La tortuga ecuestre, publicada póstumamente por su albacea
literario André Coyné, hacia 1957. Armas
de fogueo refracta sobre el agua alguna escena bélica; un reverbero de luz fosforeciendo
en las pupilas del venado, presa del disparo. Atravesamos, pues, como lo dice
Edgar Paiewonski-Conde en la contra carátula del poemario, “una zona de
batalla”, que lejos de propender, como en Cinema,
a bodegones anímicos, más bien recorre las ciudades devastadas por personajes
rudos, indiferentes al dolor, para detenerse abruptamente en cuencos
desportillados donde se bebe bourbon
artesanal, maquinalmente, al más crudelísimo y salvaje estilo de Popeye (Santuario),
novela en donde explora William Faulkner el flujo de consciencia, introducido
por el psicólogo William James (padre de Henry) desde distintos puntos de vista
narrativos de cada uno de sus veinticinco personajes alrededor de sus cincuenta
y nueve capítulos. Camina, Zegarra, por reinos inmanentes; un sub mundo, acaso,
en picada, donde lo que gratifica es la palabra del más fuerte, en una hórrida
selva, viciada por el tremendo espectáculo de la banalidad, la corrupción, el
poder, manejándonos, como una marioneta. Los personajes en Armas de fogueo ya no son actores de un cinema crudo y descarnado; son
más bien baluartes de la más impía batalla. Muestra de ello, leemos (pág. 15) en
el poema “Monumento”:
“la cabeza / de quien se transportaba a
hombros de litera / rueda / y despeina el sendero de alfalfares / mansamente se
estaciona / junto a pilares derruidos de un caserón antiguo”
Se
evidencia influencias de quien mediante la narración de Mientras agonizo (1930), hiciera relatar a sus veinticinco personajes,
en cincuenta y nueve capítulos, a la familia campesina, los Bundren. Durante su
trayecto escabroso, acaecido en un ambiente sureño de los Estados Unidos, una
justa odisea que es a la vez el reflejo de los padecimientos y la aventura llevada,
como quien carga una cruz agónica, la del sufrimiento. Podría ser escenario
Nueva York, como también podría serlo una comarca norteña “peruana del Perú” de
los años ochenta, o la cinemática, ya sumergida más de dos veces al mismo río: ¡el
mismo río de Cinema de la crueldad! Como
en Final aún (Edgar Saavedra; Caxamarca,
1976), Zegarra es un carnicero, presdigitador verbal cada vez más evanescente,
hasta uno de esos finales que hacen close-up
retrovisor: caleidoscopio bamboleante de cabezas cercenadas por la acidez de pútridas
aguas de relave. Fortalecido por una arquitectura poética, de libro-objeto, Armas de fogueo es una cámara/trampa, si
se quiere, perpetrada por un aeda iracundo, descarnado, calculador, nítidamente
deshojando escenas que pueden tocarse con la punta de la nez. Alerta dominio de sí mismo; ecuánime, seguro, desbasta aristas
en ángulo recto, de un “anfibio milenario” que nos hace recordar al axolotl de
Cortázar. Hablamos del poema “Retaguardia”, pág. 16, que reza:
“Nadie esperaba el regreso del anfibio
milenario (...) a falta de boca / una mordaza modeló / el ángulo recto de su
mandíbula / y con dedos que semejaban extremidades de reptil (...) / atracaba / las barricadas del olvido”.
Las
piezas poéticas: “Herencia”, “Desquite” o “Vuelta de tuerca”, compendian la
primera parte: Entrada (pág. 11);
para, en la sección denominada La jaula
de los enajenados, exiliar a sus personajes sin nombre; seres anónimos que
beben de la fuente misma del desvelo. Los textos del volumen llevan impresas
fotografías de alta resolución sobre un film
anímico, barómetro de una “alta sociedad” en picada. No sin destreza literaria,
Zegarra disecciona las partes más horrorosas del mundo, hasta dotar sus escenas,
incluso, de hedor a carca de caballo. Un campo de maíz acentúa la orfandad de
un agricultor americano vistiendo de sombrero de ala ancha y uniforme camuflado,
que bebe whisky en jarro
desportillado, al final de cada jornada. Desolación descripta, honda polifonía
de sus personajes rodando un microfilm compacto. Magma cinemático es Armas de fogueo. A diez años década de silencio
poético, Chrystian Zegarra, Doctor en Literatura Hispánica en la UCLA, nos ha
apabullado con estas ‘armas de fogueo’, que, o bien serán cura para despiertos,
o bien una patada en el trasero a los condenados; vaya usted a saberlo, porque Armas de fogueo es un libro de poesía
que nos deja fuera de combate.
Caxamarca,
agosto de 2018
miércoles, 8 de agosto de 2018
miércoles, 25 de julio de 2018
Curso Taller HABLA BIEN
TALLER:
HABLA BIEN: Arte
de la Comunicación para el Talento Humano
FECHA: 01 DE SETIEMBRE DE 2018
MODALIDAD PRESENCIAL
DIRIGIDO A: Público en general.
MODALIDAD: Presencial
LUGAR: Conjunto
Monumental Belén. Dirección Desconcentrada de Cultura – Cajamarca. Jr. Belén
631
HORARIO: De
9:00 a.m. a 1:00 p.m.
DURACIÓN: 1
sesión de estudio
INVERSIÓN: S/. 100.00 - No incluye I.G.V.
CERTIFICACIÓN:
A los participantes que logren un
desempeño satisfactorio, se les otorgará su respectivo diploma (Diploma por 04
horas académicas lectivas).
TEMAS DEL TALLER:
Ø Relajación y respiración
Ø Concentración
Ø Postura corporal
Ø Creatividad escénica en la comunicación
Ø Gestión emocional en la comunicación
Ø Vocalización
Ø Impostación de voz
Ø Ritmo y balance vocal
Ø Desempeño escénico integral para la comunicación
Ø Presencia escénica
TALLERISTAS:
Lic. Luis Enrique Guerrero Luna
Licenciado en Educación, en las
menciones de Lenguaje y Comunicación Social. Su personalidad y preferencias lo
llevaron a desarrollarse más como un comunicador social, gestor cultural y
artista multifacético. Su experiencia en el teatro ha hecho de él uno de los
conductores de TV más genuinos del medio y su pasión por la cultura han
definido su pensamiento y su expresión oral. Actuó por primera vez a los 8 años
y oficialmente arrancó a los 16. Por años trabajó con Duermevela y Cierto
Consenso, y sus últimas especializaciones las realizó en "Ensamble",
con Sergio Galliani; "Spiral", con Nicolás Fantinato, Alejandra Saba
y Armanda San Martín; y "La Reserva Impro", con Gonzalo Iglesias.
También practica la literatura, la pintura y la música.
Mg. Eduardo Farfán Cedrón
Magister en Gestión de la Educación.
Administrador y Psicólogo de formación. Coach Ejecutivo por INCAE
Business School (Costa Rica). Certified Success Coach (CSC) por Success
Unlimited Network (USA). Advanced Training Course en Técnicas
de Terapia Racional Emotiva Conductual por el Albert Ellis Institute (USA),
Formación en Terapia Familiar Sistémica (Perú), Master en Dirección Estratégica
del Capital Humano. Entrenador Acreditado por ISEM. Formación básica actoral
con Mario Delgado (Cuatrotablas, Perú).
INFORMES E INSCRIPCIONES:
e-mail: ibsventascapacitacion@gmail.com
Celular: 957 369 554
martes, 30 de enero de 2018
"Una tarde de nubes coloradas y árboles de sombra azul", de JAVIER FARFAN CEDRON
Una tarde de nubes coloradas y árboles de sombra azul
Autor: Javier Farfán Cedrón Editorial(es): Gobierno Regional de Cajamarca
Lugar de publicación: Cajamarca
Año de edición: 2017
Número de páginas: 64
Formato: 21.0 x 14.8
Precio: S/. 20.00

Reseña
No resultaría infructuoso afirmar que el volumen de relatos Una tarde de nubes coloradas y árboles de sombra azul, de Javier Farfán Cedrón, está compuesto por una atmósfera real. Compone un anecdotario vital en el que las situaciones más triviales se convierten en hechos serios; a veces hasta crueles, con que la vida nos remunera o mezquina. Ficciones serenas, que el narrador esgrime con destreza y pulcritud lo acaecido, pero que también calla lo sentido, con necesaria economía léxica o generosidad imaginérica. Historias calando en los sueños, que son deseos insatisfechos. Un mítico rumor avasallante de finales abiertos en donde la polifonía de sus personajes (hablan todos, muchos o nadie a la vez) se trepa en lo contado; de tal manera que nadie escapa a la ironía, al ejercicio melancólico, tanto como omnisciente, de esperar en una banca del parque, a ver si alguien toma cuenta del pasaporte necesario para el gran viaje fantasma y a la vez maravilloso de la literatura.
Link:
http://www.librosperuanos.com/libros/detalle/18857/Una-tarde-de-nubes-coloradas-y-arboles-de-sombra-azul
jueves, 28 de diciembre de 2017
viernes, 1 de diciembre de 2017
"El Diario del Padre Luis Rebaza Neira Ofrecido al Señor Jesucristo" :: JUAN MANUEL CEDRÓN PLASENCIA (compilador)
“Quiero ser santo, Jesús Mío, para agrandar tu reino, para
poder ser instrumento de tus obras.
A Dios he entregado por completo mis trabajos; en los ratos
de apuro, rezaré la invocación a Jesús, José y María o Sagrado Corazón de Jesús
en Vos Confío.
Le pido a Dios de todo corazón me haga muy humilde, porque
sin la humildad todo estará perdido. Que ningún halago me haga perder esa
virtud, por el contrario que todo lo acreciente.
He venido al Seminario a servir a Dios en mi prójimo, y a no
ser servido ¡Hazme humilde, Jesús mío!”
Quiero servirte con todo mi corazón, Jesús Mío, y guardarte
siempre en mi corazón.
Luis Rebaza Neira
Han pasado 25 años de su partida a los
reinos celestiales del Señor y 93 años de su nacimiento. Parece no haber pasado
el tiempo cada vez que uno se encuentra con alguna estampita o fotografía del
Padre Rebaza, y contemplándola, se dice para sus adentros: “Gracias, padre
Rebaza, por permitirme estar con vida y tener más días de servicio a los demás;
gracias por haber llegado con bien a mi humilde hogar”. La vida en gracia; qué hermoso título para algún opúsculo que
honrara su memoria. Y es que los pasos son así; los pasos que se andan y que
hacen el camino día a día. Ser agraciados por y para el servicio; y a cambio de
ello, recibir las inconmensurables dádivas de Dios. Ánimas reinantes que poco
envilecidas comparten la mano, el mendrugo, el trago de agua o simplemente la
grata compañía. Blando y regocijante legado que el padre Rebaza dio a todos sus
condiscípulos, a sus fieles, a los campesinos que trotando largas horas a pie,
llegaban al Templo “La Recoleta” para ser agraciados por el espíritu divino de
este Padre universal.
Parece
tan cerca su fragante olor a rosas, cuando en el velatorio más de una persona
percibió esa floral fragancia de quien luego de expirar, perdura para siempre
en nuestros corazones.
Y
es que el padre Rebaza nos dejó en sus diarios el sabio ejemplo de la
templanza, de la bondad, del sacrificio humano por los demás; pero sobre todo,
de la disciplina sin par y la mesura para con todo lo material.
Esta
labor editorial, de compilar los diarios del Padre Rebaza; complementaria a la
1ra y 2da. Edición del libro El Padre
Rebaza, una vida al servicio de los demás, publicados en 1993 y 2016,
respectivamente, no ha sido tarea fácil, y por lo mismo, más regocijante. El
compilador de estos diarios, es el biógrafo oficial del Padre Rebaza, a quien
todos queremos y recordamos. Herrero, docente, escritor, caminante: Juan Manuel
Cedrón Plasencia. Asaz breve su biografía. Amigo del Obispo, en ese entonces,
José Dammert Bellido; discípulo espiritual del Padre Rebaza. Lo suyo es dar a
los cuatro vientos las enseñanzas de nuestro Luis Rebaza Neira. Y qué mejor
manera, la de que todos conozcan sus diarios, en donde se puede notar, párrafo
a párrafo, una filosofía de bondad indesmayable.
“Al
leerlos, amable lector, de seguro pensaréis y reflexionaréis; evidenciando que
el Padre Luis Rebaza Neira fue un “Gran Maestro”, discípulo de muchos santos
que él mismo menciona: Santo Domingo, San Juan Bosco, San Agustín, San
Sebastián, San Francisco de Asís, San Quirino...”[1]
acaso a quienes emulaba en sus actos, en su disciplina, en sus obras de
sacrificio y entrega al Señor sin dudar ni una lágrima.
“Ulteriores
a las diversas notas de su diario, se consignan algunos documentos valiosos que
el Sacerdote atesoraba; a saber: un escrito de Hugo Wast: “Cuando se piensa”; una carta que da cuenta de una vista panorámica
acerca de la ―en ese entonces― situación de la Iglesia Católica peruana,
escrita desde Tembladera, el 24 de Febrero de 1972; la misma que estaba avalada
por la Conferencia Peruana de Superiores (con Licencia Eclesiástica)”[2].
“Pero
su denodado interés por los libros no sólo se dio a nivel religioso, sino
también bélico; es así que también se animó a recopilar una heroica y
pulcramente redactada biografía del teniente Luis Reinafarje Hurtado, “Héroe
del Porotillo, 1941”, durante la guerra con Ecuador”[3].
Y, ¡Oh, tesoro lírico inhallable, un hermoso poema!: “Junto a la Cruz doblada”, que en su infinito desprendimiento humano
nos ha otorgado para la posteridad eclesial, la prima hermana del Padre Luis:
Ysabel Neira. Algunas fotos inéditas; y por qué no, el valioso testimonio de
quienes lo vieron trajinar los hermosos parajes de Contumazá, donde se iniciara
como sacerdote.
“En
el libro titulado Contumazá, Centenario y
el Perú (1972) existe un primoroso fragmento firmado por Juan Luis Alva
Plasencia. Sigue el hermoso poema “Ruego”,
de la Señora Blanca Nava de Venturí; más la venturosa y halagadora noticia: “Nuevos sacerdotes”, celebrada por el
alumnado y docentes de su antiguo Colegio “San Luis”, de Barranco, del cual el
Padre fue ex alumno. Una suscrita y amable noticia del Colegio Micaelino, donde
el joven Reverendo lanzó “elocuentes y emotivas frases invocadas al Divino Hacedor,
para que siga derramando lluvia de bendiciones sobre aquellas benditas mujeres,
dignas de reconocimiento, por su labor, allá en la casa” ”[4].
No
exageramos al afirmar que seguramente existen más y más testimonios de gente
que lo conoció; gente que bebió de su espiritualidad. Ulteriores publicaciones
darán cuenta de ello. Porque nuestro Luis Rebaza Neira se lo merece: atleta de
los caminos por santificar, merece un podio en el cielo.
La
mayoría de gente, quienes lo conocíamos, sentíamos al tenerlo cerca, un aura
espiritual sin par; lo considerábamos como nuestro Salvador de nuestros más
torrentosos “ríos metafísicos para
desesperados”, como escribió un
día en Rayuela Julio Cortázar. Padre
de nosotros, Cordero dadivoso del pueblo. Quien durante la calma de unas pocas,
simples palabras, luchaba en nuestro interior, apagando las llamas procelosas
que agobiaban nuestro espíritu. No dudaba un instante al despojarse de sus
vestiduras; de lo material, que es efímero; que va, que vuelve. “Patrón de los
estudiantes”, nos atrevemos a llamarlo con justeza.
Quizá
un torrente de manuscritos lluevan a babor de su vital cometido beatífico. Cabe
mencionar hasta este punto, que sólo es don (muchas veces ignorado) de contadas
personas, irradiar paz, calmar tan sólo con las palabras. Un roce espiritual de
manos por el cuerpo enfermo llagado de desesperanza; un sermón tan sencillo que
expresa todo un recorrido, quizá por los boscajes de nuestras vidas; que, cómo
saberlo, él adivinaba en nosotros, presdigitador de la moral, numen de rebaños
perdidos. Inclinaba la cabeza y escuchaba, moviendo casi imperceptiblemente los
labios, como rezando por nuestras tribulaciones, bajo una luz salvadora, tenue.
El
escritor rumano de expresión francesa Emil Cioran, en su opúsculo de aforismos De lágrimas y de santos, se aferra en su
escritura a una experiencia insomne, de éxtasis; vale decir, que en el
sacrificio el ser humano se eleva espiritualmente al éxtasis.
Tarde
en la noche, se me antoja imaginar al Padre Rebaza llegando exánime de sus
labores eclesiásticas, muchas veces a pie; muchas veces, según decían quienes
lo vieron empapado y descalzo con los pies desollados, haciendo penitencia.
Quién
pudiera soñar con la iridiscencia barnizada por una realidad duermevela, al Sacerdote,
al amigo del millón de hermanos, anotando alguna entrada de sus diarios; joven,
con largas ansias por cambiar el Perú católico, aquel pedacito celeste y oro
donde la gente fervorosa invoca a Dios al amanecer: Contumazá. Muchas veces sacrificando
horas de sueño, para entrar a ese reino epifánico que produce el tener contacto
con lo divino de llevar un diario “Divino”.
El hablar con las propias derrotas hasta enaltecerlas mediante la palabra y la
oficiosidad, en órdenes tenaces para programar el día de mañana, que siempre es
otro día, como invocando la esperanza de un cuerpo cansado que obedece al
espíritu fuerte, a “un joven de carácter”. Y cómo la mente se nos hace
llevadera; cómo la mente deja a un lado la desidia, la flojera, el pesimismo, y
decide saltar esa gran valla del mundo, con ruido, con palabras enajenadas a la
civilización del descarte; que muchas veces derrotan el altruismo, tan escaso
en estos frívolos días. Esa fatalidad innombrable que muchas veces declina la
canción del buen samaritano hasta envilecerlo, hasta volverlo del lado
luciferino: la fatalidad del cansancio.
Pero
el Padre Rebaza en sus diarios nos abre la brecha de una luz inenarrable, de
una luz esperanzadora que vadea los caminos mejores; los que se cruzan
descalzo; los caminos que se sudan con polvo y sol sangriento corriendo por
dentro; cual procesión que en nosotros acalla; cual la agonía de las penas y
los agobios que se esfuman anotando que queremos un pedacito del Perú para enaltecerlo
e igualmente enaltecernos escribiendo por una ruta esperanzadora, lo
inimaginable, la luz universal de los hombres; aquellas lágrimas que por vía
desconocida los santos lloran hacia el cielo, en pos de una lluvia salvadora
del espíritu.
Jack Farfán Cedrón
Cajamarca, 28 de Noviembre de 2017
[1] Juan
Manuel Cedrón Plasencia (compilador). El Diario
del Padre Luis Rebaza Neira Ofrecido al Señor Jesucristo. Lima-Perú. 143 págs.
Black Line Studios SAC 2017. p. 15
[2] Op.
cit. El Diario del Padre Luis Rebaza
Neira Ofrecido al Señor Jesucristo. p. 16.
[3] Ibid.
El Diario del Padre Luis Rebaza Neira
Ofrecido al Señor Jesucristo. p. 16.
[4] Ibid.
El Diario del Padre Luis Rebaza Neira
Ofrecido al Señor Jesucristo. p. 16.
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